Zaíno y el cerebro del homo hablante
Sobre un gazapo detectado en el capítulo 175
Una lectora que solo se comunica a través de mail, me escribió anoche lanzándome a la cara una hache que, por muy muda que sea, me dolió en el alma, ese alma que no poseo. Se trata, nada más empezar, del caballo negro zaíno, y no zahíno como mi ignorancia propuso. A su vez lanzó otra corrección sobre el mismo término de la que luego hablaré; me centro ahora en esta errata que, desde primeras horas, está subsanada.
¿Qué ocurrió? Zaíno es un término utilizado mayoritariamente en textos taurinos, ambiente que, como sabéis, no frecuento, nada, nunca, jamas. Mi presencia en una plaza de toros se ha limitado a asistir a algún memorable concierto de rock; lo mismo que me sucede con los estadios de futbol; por citar alguno: Rayo Vallecano, Luz Casal en su época rockera; Estadio del Manzanares, Pink Floyd; y así podría seguir.
Estoy desvariando, volvamos al tema: ¿por qué intercalé una hache en zaíno? Os debo una explicación y como alcalde de este blog que soy os la voy a dar.
El lenguaje es una de las grandes maravillas del cerebro y si no, pensad cómo un pequeño, al poco tiempo de nacer, es capaz de construir frases complejas con la poca experiencia que obtiene de un entorno empeñado en tratarlo como un deficiente (ta, ta gu, gu). Esa misma plasticidad es la que mantiene durante toda la vida y la que usó mi cerebro para, a partir de la experiencia auditiva y la semejanza con otras palabras, construir la palabra escrita: Zahíno.
¿Qué sucede cuando me mareo? Tengo un vahído. ¿Y si estoy mustio como una lechuga?, eso es que estoy alicaído. Puede ser que me domine la melancolía, en ese caso mis amigos dirán que ando algo mohíno. Las estructuras cerebrales encargadas de procesar el lenguaje, las áreas de Broca, de Wernicke, el área de Brodmann entre otras forman un eficiente conjunto para procesar el lenguaje hablado y escrito y es lo que me permitió construir de la nada una palabra que nunca había escrito. ¿De la nada? Contaba con la experiencia, la memoria y estructuras previas. La probabilidad de éxito era alta, en este caso fallé pero así es como funciona la vida, por ensayo y error. Así es como funciona todo, eso es la evolución, no hay un plan predeterminado que nos dirija, no hay un dedo divino que nos señalé el camino. Ensayo y error.
Sobre el otro gazapo que me adjudica mi lectora no puedo estar de acuerdo. Dice que zaíno es un término reservado al entorno taurino y, emplearlo para describir a un caballo negro es, cito, «un error garrafal que muestra un desconocimiento de ambas áreas, la tauromaquia y la ecuestre». Con cariño, termina el mail.
Hay varias regiones en España donde el término «zaíno» se aplica tanto a las reses bravas como a los caballos. Lo sabía la protagonista, y ahora lo sé por aprendizaje vicario. Si fuera un poco más canalla, que no lo soy, le diría a mi fiel lectora que muestra un desconocimiento (¿garrafal? No, es excesivo) de la amplia variedad lingüística del español. Pero no lo haré; en cambio le dedicaré con cariño este comentario; me conoce y sabe que no hay un ápice de acritud. Solo es un juego.
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