Cayo cerró la puerta de su apartamento con un suspiro de cansancio. Otra firma de libros agotadora, otra horda de fans aduladores que lo miraban como si fuera un dios. Desde que le concedieron el premio Paleta de literatura, dotado con dos millones de euros, su vida había dado un vuelco. Es verdad que, si después de publicar su primer libro no hubiese fichado como tertuliano para una de las cadenas privadas de televisión más polémicas, no habría optado a ganar el premio literario más codiciado que curiosamente pertenecía al mismo grupo editorial que la cadena televisiva en la que departía cada mañana sobre temas de actualidad. Como dijo un compañero de tertulia: Todo queda en casa.